Leyenda: (Pedro Pozas Terrados)Por Pedro Pozas Terrados*
Resulta incomprensible, y al mismo tiempo revelador, que en pleno siglo XXI, cuando la ciencia ha demostrado sin lugar a dudas la cercanía genética, cognitiva y emocional que tenemos con los grandes simios, sigamos relegándolos al silencio del olvido, al rechazo invisible y a la explotación disfrazada de entretenimiento, investigación o simple indiferencia.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué tantos colectivos que deberían estar en primera línea de su defensa —animalistas, conservacionistas, científicos, primatólogos, medios de comunicación e incluso los Estados— miran hacia otro lado? ¿Por qué la sociedad se conmueve con razón por la crueldad hacia perros o gatos, pero calla ante la tragedia de chimpancés, gorilas, orangutanes y bonobos encerrados de por vida en jaulas, utilizados como objetos, convertidos en mercancías o simples cifras en la contabilidad de un zoo?
La paradoja del olvido
No hablamos de seres lejanos ni de especies incomprensibles: hablamos de miembros de nuestra propia familia evolutiva. Ellos sienten, ríen, lloran, forman vínculos, se reconocen en el espejo, transmiten cultura, se comunican con gestos y símbolos, y poseen una memoria que guarda el eco de su libertad perdida. Y, sin embargo, se les ignora deliberadamente.
Este silencio no es casual. Tiene raíces profundas:
Una traición evolutiva
El trato que damos a los grandes simios es, en esencia, una traición. Porque sabemos quiénes son, conocemos su inteligencia, comprendemos su sufrimiento y, aun así, preferimos explotarlos o callar. Es como si, en lo más profundo, rechazáramos a quienes nos recuerdan que no somos tan especiales, que no somos tan diferentes.
Quizá exista un rechazo inconsciente de un homínido hacia otro homínido: un mecanismo psicológico para mantener la distancia y proteger la ilusión de nuestra supremacía. Porque si los reconociéramos como hermanos, deberíamos revisar toda nuestra forma de vida y eso, para muchos, es inasumible.
La responsabilidad de los que callan
Aquí no se salvan ni los científicos ni los primatólogos. Quienes más saben de ellos, quienes han estudiado su vida y sus emociones, quienes han convivido con ellos y atestiguado su inteligencia, deberían ser sus principales defensores. Y sin embargo, demasiados se esconden tras la neutralidad académica, el silencio institucional o, peor aún, la complicidad con zoológicos y centros de experimentación.
Los medios de comunicación, que llenan portadas con mascotas maltratadas o con el rescate de ballenas varadas, raramente dedican espacio al destino de un chimpancé solitario en un zoológico o al exterminio de poblaciones enteras en selvas arrasadas por la minería o la agricultura intensiva.
Y el público general, que sigue pagando entradas, alimenta con cada visita a un zoo o a un “safari” de cemento con la maquinaria de la explotación.
Una deuda que no podemos seguir ignorando
La pregunta no es por qué los grandes simios no tienen derechos. La pregunta es: ¿Qué nos pasa como humanidad para seguir negándoselos?
No hay excusas. La ciencia lo ha demostrado, la ética lo exige y la conciencia lo grita: chimpancés, gorilas, orangutanes y bonobos son personas no humanas, miembros de nuestra propia familia evolutiva. Seguir explotándolos, relegándolos o callando ante su sufrimiento es una de las hipocresías más grandes de nuestra civilización.
El silencio cómplice de los Estados, de muchos conservacionistas, de la academia y de la sociedad en general es ya insoportable. Ha llegado el momento de romperlo. Porque callar ante la injusticia hacia nuestros hermanos evolutivos es condenarnos a vivir en una mentira. Y toda mentira, más tarde o más temprano, termina por caerse.
*Escritor, naturalista, poeta, amante de la vida y defensor de la madre Tierra, investigador, crítico y aventurero Profesionalmente ha trabajado 37 años en la defensa del medio ambiente como funcionario del Ministerio del Interior. De forma altruista es el Director Ejecutivo del Proyecto Gran Simio, una Organización que desde hace más de dos décadas lucha por los derechos básicos de los grandes simios, la conservación de su hábitat y la protección de los pueblos indígenas, verdaderos guardianes de nuestro planeta. Dibujante a lápiz y acuarela, con más de 300 láminas de temas naturalistas y 12 cuadernos de campo. Es autor de 13 libros y coautor de ocho más. Descubridor de varias cuevas, una de ellas catalogada por la Comunidad de Castilla La Mancha de interés histórico y etnográfico con hallazgo en la misma de inscripciones de cronología antigua medieval.
Fuente: https://www.pressenza.com/es/2025/10/la-herida-del-olvido/